lunes, 26 de abril de 2010

Capítulo 15: Filosofía del marketing



El marketing es el arte o la ciencia de infundir una necesidad hipotética a unos posibles consumidores, apoyándose en un discurso que se crea al mismo tiempo y que se utiliza como medio de justificación para vender un producto en cuestión.

En resumidas cuentas, a partir de una necesidad, generalmente ficticia, hacer todo tipo de artimañas necesarias para que la parte creadora de este marketing consiga su objetivo y que la “presa” no solo se quede satisfecha si no que haga aquello para lo que fue ideada la campaña de marketing. Como una especie de truco de magia, hay que sorprenderse y además quedar satisfecho, pero la víctima no puede ver dónde está el truco. Llamaremos entonces magos a aquellos que son capaces de conseguir perpetuar sus artes a través del marketing.

Vivimos en una sociedad rodeada de marketing. Necesitamos el marketing, somos adictos al marketing y es que, ¿Qué sería de nosotros si no nos crearan necesidades ficticias? ¿Podríamos vivir solo con necesidades reales? ¿Tendríamos todo lo que tenemos en nuestras casas sin la ayuda del marketing? EL marketing es nuestra religión encubierta. La necesidad ficticia de tener cosas en propiedad, de vivir la forma de vida que alguien inventó una vez, de seguir el modelo.

Pero no penséis en el marketing como una herramienta que solo sirve para colocar cosas tangibles en nuestros armarios o en nuestras habitaciones, también existe el marketing social o el marketing laboral entre otros. Las apariencias por encima de todo, la necesidad de crear un papel y de desarrollarlo, de crear fingidas necesidades afectivas, fingidas necesidades a tu empresa sobre tu puesto de trabajo, para vender nuestro mejor producto, nosotros.

Nos pasamos la vida entera haciendo marketing de nosotros mismos, por eso, nadie es más desconocido que uno para uno mismo. La idealización de nuestra figura, la verdad suprema en nuestra palabra, los cánones correctos en nuestras acciones, las verdades sagradas de nuestros pensamientos.

Hemos aceptado la filosofía del marketing en todas las facetas de nuestra vida como la única forma de actuar, como la única forma de conseguir cosas, como la única forma de vivir. Necesidades ficticias, personajes ficticios, apariencias, humo, mentiras. Porque una buena campaña de marketing puedes conseguir cualquier cosa, que compremos cualquier cosa, que seamos cualquier cosa, que consigamos cualquier trabajo, que cualquiera piense de nosotros aquello que nos apetezca.

El marketing ha hecho que exista una distancia preocupante entre la realidad de nuestras necesidades y las verdaderas capacidades de las personas con respecto a las mismas características creadas a través del marketing. Esto crea un vacío anímico generalizado, frustración, una brecha constante en la economía, en la productividad general en las empresas, relaciones superfluas, ansiedad o depresión.
Porque ahora ya no se trata de tener buenos trucos, si no de simplemente parecer un buen mago.

martes, 20 de abril de 2010

Capítulo 14: Fútbol



El fútbol es un deporte de pelota en el que un grupo de jugadores repartidos en dos equipos intentan introducir la bola dentro de la portería contraria. Para jugar se utiliza principalmente los pies, aunque existe la posibilidad de usar otras partes del cuerpo a excepción de los brazos. 

Con el tiempo, el hecho de correr detrás de la pelota ha evolucionado mucho, dando como resultado toda una filosofía sobre estrategias a llevar a cabo, tácticas o posicionamiento sobre el campo, labores que suele realizar  la figura de un entrenador.

Le llaman deporte rey, y no es para menos, es quizás el deporte más famoso a nivel mundial y por tanto uno de los que más factura (léase mayor número de apuestas, de merchandising, de cuota de pantalla, etc.). Algunos lo llaman el opio del pueblo.

Es por esa misma magnitud que ha alcanzado, que hace especialmente nocivo la degradación existente de parte de los valores que en teoría debería inculcar. Valores como el juego en equipo, el compañerismo, el juego limpio o el respeto al rival entre otros.

Los jugadores de primer nivel, cobran sueldos estratosféricos, venerados por las masas, se convierten en verdaderos ídolos más allá del terreno de juego, toda esta vorágine de endiosamiento (una ironía visual de esto es verlos conducir un coche de alta gama con el permiso recién sacado y apenas habiendo cumplido la mayoría de edad) los convierte automáticamente en influencia sobre todo para los jóvenes. La mayoría se olvidan del juego en equipo para ensalzar egoístamente sus cualidades, cuidan su aspecto e intentar marcar tendencias e incluso ideologías, cuando la mayoría de estos siquiera ha terminado estudios básicos. 

Las hinchadas se dejan el dinero, la garganta, el tiempo, la piel e incluso a veces la vida, por desgracia literalmente hablando en algunas ocasiones, por su equipo y es que como en todo lo que hacemos los humanos, no sabemos hacer otra cosa que llevarla al extremo, no sabemos medir las pasiones, la pasión convertida en odio, porque no basta con competir con un rival y buscar una victoria, sino que hay que transformarlo en una auténtica guerra con un enemigo, ser irrespetuoso, mofarse del rival, dañarlo, hundirlo, humillarlo, aniquilarlo.

Es incomprensible por otra parte, que se le dediquen diarios enteros, telediarios, canales de televisión, etc. a un solo deporte, porque no solo supone la discriminación hacia otros deportes sino que se le pone por encima de todas las cosas, por encima de las verdaderas noticias, por encima de cosas realmente importantes que no son solo un juego.

Pero no me malinterpretéis, amo el fútbol, en cualquiera de sus formas, pero no creo que esté transmitiendo los valores para lo que fue creado, creo se ha convertido en un monstruo imparable insaciable de dinero, creo que es increíble la implicación de muchos hinchas que transforman su pasión por odio irracional incontrolable, alentados por los que realmente sacan tajada de todo esto, creo que es increíble la importancia mediática e informativa que se le presta, porque al fin de al cabo, el fútbol es un gran espectáculo, pero solo sigue siendo un juego en el que un conjunto de jugadores persiguen una pelota.

Amén de todos los jugadores y toda la gente que lo valora como lo que realmente es, que promueve sus valores positivos, que saben ganar, que saben perder y que saben disfrutar sanamente del espectáculo y la competición, porque ellos son los que hacen realmente grande este deporte.

miércoles, 14 de abril de 2010

Capítulo 13: La beatificación post mortem



La muerte siempre ha sido uno de los grandes misterios y temores del ser humano. Es un hecho natural que cuesta aceptar, que cambia la percepción, pasamos de hacer las cosas con cierta naturalidad y emoción a estar condicionados, a temer. Se podría decir que nuestra infancia está guiada por la vida, y una vez que termina esta etapa, por la muerte.

Es demasiado shock mental pensar que algún día dejaremos todo esto para siempre, sabemos el qué, pero no el cómo ni el cuándo, y eso nos atormenta. Intentamos sobrellevarlo con la religión y otras creencias que perpetúan nuestra existencia en este mundo a través de otras formas.

Es extraño por otro lado, que teniendo en cuenta la certeza de nuestra muerte y por tanto la fragilidad de nuestro físico, siempre pensemos a largo plazo para todo, que pospongamos la realización de nuestros sueños, posponer una conversación, un gesto con alguien, un viaje, etc.

De todas formas, y para no desviarme demasiado del propósito de este texto, me llama la atención que si tenemos en cuenta que la muerte es un hecho seguro y natural para todos y cada uno de nosotros, por qué una vez que muere una persona automáticamente pasamos a ver solamente su lado positivo, a alargar la sombra de todo lo que ha hecho, a falsear datos, a exagerar situaciones, a inventar leyendas. Como si el hecho de morirse le hubiese convertido en alguien a quien admirar, como si hubiese conseguido todo un logro muriéndose.

Tanto es así, que todos conocemos a gente famosa que se ha quitado la vida con el propósito de agrandar su leyenda (léase estrellas del rock), es como rodar un corto cinematográfico e intentar que se convierta en una gran filmografía a través de la muerte. Escritores que mueren al término de una obra que le catapulta automáticamente al número uno de ventas, entre otros casos de fama a través de la muerte. O la gran cantidad de casos de artistas que no han visto reconocido (esta vez merecido) el arte que creaban cuando estaban entre nosotros y que solo con su muerte empezamos a mirar y tener en cuenta.

En fin, realmente, no sé qué hay después de la muerte, y podemos estar confabulando toda una vida sobre como es y que puede haber, cuando a lo mejor simplemente no hay nada. No entiendo porque a cada uno de nosotros la muerte nos da un plus de simpatía, de arte, de personalidad, de humanidad, de generosidad, etc. Lo único que sé y que conozco es la vida tal como se nos plantea, con cosas tangibles, y creo que es aquí donde cada uno tiene que demostrar su valía, donde debemos demostrar quién y qué queremos ser, donde debemos medir a cada uno por lo que es y por lo que hace mirando con lupa objetiva, reconocer a los artistas (en todas sus ramificaciones) su arte cuando aún pueden sentir el aprecio.

No tengo ninguna intención de morir, al menos conscientemente, pero por si acaso, podéis contar de mí, que medía dos metros y medio, que lucía una gran melena dorada, y que podía levantar coches con un solo brazo, seguramente perdure más que lo que ocurrió realmente, y creo que tampoco me sienten tan mal esos dos metros y medio…

miércoles, 7 de abril de 2010

Capítulo 12: El arte olvidado de la seducción



La sexualidad es algo que está entre nuestras necesidades, fundida con nuestros instintos más primarios. De este árbol nace el fruto de la seducción. Según su definición oficial, seducir es: “Atraer físicamente a alguien con el propósito de obtener de él una relación sexual.”

Pero la cosa no debería ser tan simple. La seducción supone una pequeña prueba del sabor de la fama, de despertar un sentimiento que tiene mucho que ver con la admiración y el sexo. Esa sensación de pisar nubes, el saber que atraes a alguien, que admira cada uno de tus movimientos. No podemos ignorarlo, está en nuestro instinto, intentar gustar, hacer todo lo posible para que alguien por nuestro aspecto y nuestras artimañas quiera acostarse con nosotros, tan atractivo que sin que siquiera abramos la boca, quiera hacerlo, y que no solo quiera hacerlo, sino que lo desee. Ese es nuestro momento, una vez que la presa está en esa tesitura, saboreamos la gloria, es entonces cuando seguramente nos haremos los despistados, cuando haremos como si no pasara nada. Pero en realidad lo sabemos y, a poder ser, queremos saberlo de primera mano, que nos lo diga, que nos lo haga ver, lo necesitamos.
Todos necesitamos saber que estamos en el mercado sexual, el medidor oficial de tu decadencia física y social.

En una sociedad donde cuidamos todos los aspectos de nuestra imagen, ya sea en cuanto a peluquería, ropa, forma física, maquillaje, etc. y en la que además nos venden la fama como algo natural a conseguir, la seducción supone un completo placebo erótico.

Pero el concepto se ha visto modificado, así como sus aplicaciones, hasta simplificarse a su mínima expresión. Estamos acostumbrados a la inmediatez, a obtener el resumen de todo, a no incidir en los detalles, a no querer esforzarnos y, como resultado, obtenemos una potenciación del aspecto externo, de nuestra fachada, la cual intentamos retocar y añadir todo lo que haga falta para que resulte lo más atractiva posible y no tengamos que abrir la boca. Sin conversación, sin necesidad de hacer un chiste. La muerte de la insinuación, el reinado de la imagen.

Demasiado explícitos, demasiado directos, demasiado superficiales, demasiado postizos, demasiado prehistóricos, demasiado simples.

El resultado son unas relaciones sexuales y sentimentales precarias, con impetuosos comienzos carnales pero espantosos finales.

Queremos encontrar a la persona que mejor encaje con nosotros, atractiva, divertida, buena persona, natural, etc. y a la hora de elegir, nos fijamos en su culo.

Porque al final, como en todo, siempre se impone la lógica, si solo buscamos un trozo de carne, es lógico, que solo obtengamos eso, carne.