El marketing es el arte o la ciencia de infundir una
necesidad hipotética a unos posibles consumidores, apoyándose en un discurso
que se crea al mismo tiempo y que se utiliza como medio de justificación para
vender un producto en cuestión.
En resumidas cuentas, a partir de una necesidad,
generalmente ficticia, hacer todo tipo de artimañas necesarias para que la
parte creadora de este marketing consiga su objetivo y que la “presa” no solo
se quede satisfecha si no que haga aquello para lo que fue ideada la campaña de
marketing. Como una especie de truco de magia, hay que sorprenderse y además
quedar satisfecho, pero la víctima no puede ver dónde está el truco. Llamaremos
entonces magos a aquellos que son capaces de conseguir perpetuar sus artes a
través del marketing.
Vivimos en una sociedad rodeada de marketing.
Necesitamos el marketing, somos adictos al marketing y es que, ¿Qué sería de
nosotros si no nos crearan necesidades ficticias? ¿Podríamos vivir solo con
necesidades reales? ¿Tendríamos todo lo que tenemos en nuestras casas sin la
ayuda del marketing? EL marketing es nuestra religión encubierta. La necesidad
ficticia de tener cosas en propiedad, de vivir la forma de vida que alguien
inventó una vez, de seguir el modelo.
Pero no penséis en el marketing como una herramienta
que solo sirve para colocar cosas tangibles en nuestros armarios o en nuestras
habitaciones, también existe el marketing social o el marketing laboral entre
otros. Las apariencias por encima de todo, la necesidad de crear un papel y de
desarrollarlo, de crear fingidas necesidades afectivas, fingidas necesidades a
tu empresa sobre tu puesto de trabajo, para vender nuestro mejor producto,
nosotros.
Nos pasamos la vida entera haciendo marketing de
nosotros mismos, por eso, nadie es más desconocido que uno para uno mismo. La
idealización de nuestra figura, la verdad suprema en nuestra palabra, los
cánones correctos en nuestras acciones, las verdades sagradas de nuestros
pensamientos.
Hemos aceptado la filosofía del marketing en todas
las facetas de nuestra vida como la única forma de actuar, como la única forma
de conseguir cosas, como la única forma de vivir. Necesidades ficticias, personajes
ficticios, apariencias, humo, mentiras. Porque una buena campaña de marketing
puedes conseguir cualquier cosa, que compremos cualquier cosa, que seamos
cualquier cosa, que consigamos cualquier trabajo, que cualquiera piense de
nosotros aquello que nos apetezca.
El marketing ha hecho que exista una distancia
preocupante entre la realidad de nuestras necesidades y las verdaderas
capacidades de las personas con respecto a las mismas características creadas a
través del marketing. Esto crea un vacío anímico generalizado, frustración, una
brecha constante en la economía, en la productividad general en las empresas,
relaciones superfluas, ansiedad o depresión.
Porque ahora ya no se trata de tener buenos trucos,
si no de simplemente parecer un buen mago.