martes, 12 de marzo de 2013

Capítulo 59: Bájatelo de internet




Desde que su uso se abrió al gran público, internet ha estado siempre estigmatizada con la controversia de los contenidos gratis. Es sabido por todos que toda obra audiovisual, léase libro, película, música o videojuego por poner algunos ejemplos, se pueden conseguir de manera ilegal a través de la red. Esto es un hecho, al principio se inició como una cultura para proscritos informáticos hasta que hoy día se ha convertido y adaptado de la manera más sencilla posible para que cualquier hijo de vecino pueda hacer este uso ilegal de la red, violando copyright y derechos de autor por doquier.

Las abuelas y las madres nos decían que desconfiásemos de lo que nos ofrecen gratuitamente, porque bien sabían que detrás había alguna intención oscura, en el caso de internet, la intención oscura es que mientas que todo aquel que crea algo donde detrás hay un trabajo y un dinero invertido, otros se lucran simplemente ofreciéndolo de forma gratuita, eso nos deja situaciones curiosas, como un escritor malviviendo al lado del Kim Dotcom (antiguo dueño de megaupload que tras su cierre judicial decidió montar lo mismo con el nombre de Mega) con el único mérito de mover esta mercancía ilegal multimillonario sin haber creado ni aportado nada positivo, bajo mi punto de vista, a este mundo.
Otro ejemplo sería google, con su buscador, que indexa contenido y trabajo de otros para su propio beneficio, incluso presionando como lobby para debilitar en toda la medida posible el copyright. Podría poner otros tantos ejemplos, pero creo que el concepto queda claro.

Llegados a este punto hay gente que dice que todo lo obtenido en internet no es gratis, si no que pagan una cuota por tener internet en casa y que ese dinero le da derecho a todo el contenido obtenido ilegalmente que pueda cosechar, o lo que es lo mismo, decir que por pagar la luz de mi casa, tengo derecho a robar todas las lámparas que se me antoje. Una cosa es el acceso y otra cosa muy distinta es el contenido, creo.

En el otro extremo, es cierto que muchos contenidos se venden a un precio que resulta elevado, no en todos los casos ojo, pero en sí en muchos de ellos, entre otras razones porque hay otras industrias, estas más tangibles que las tecnológicas queriéndose llevar la mayor parte del pastel.

En cualquier caso y como punto de encuentro, tal y como evolucionan los contenidos, las conectividad, la tecnología y los propios consumidores, creo que sería una buena solución una especie de tarifa plana de cultura, es decir, pagar una cuota mensual o anual, con un precio justo, por un consumo legal de contenidos que sean variados y vayan variando con el tiempo, es una manera de que todas las partes estuviesen contentas, accesibilidad para el consumidor, tanto por la forma como por el precio y el tipo de servicio, beneficios para los creadores de todo tipo de contenido, de manera que se mantenga la retroalimentación entre ambas partes que lo haga sostenible y todo siempre al amparo de ley. Es un modelo que ya ha sido un gran éxito entre las empresas que han hecho  pruebas de  algo similar y sinceramente, creo que puede ser un modelo de consumo de cultura sostenible en el futuro más inmediato.

lunes, 4 de marzo de 2013

Capítulo 58: Corrupción como animal de compañía






Creo que estamos teniendo casos de corrupción por encima de nuestras posibilidades y cuando hablo de posibilidades, hablo de economía y de sociedad.

Analizando el asunto, en plena crisis, los políticos suman más de 300 casos de corrupción. Exacto, con la que está cayendo, con toda la precariedad laboral, los recortes, las subidas de impuestos y otros despropósitos que llevamos padeciendo especialmente los últimos años y que me da a mí que vamos a padecer durante muchos, muchos años, muchos más de los que predicen estos mismos que no paran de meter la mano en la saco.

Pero dando un paso atrás en el tiempo, uno se pregunta, ¿acaso todos estos casos de corrupción son cosa de la crisis?, es evidente que no,  pero antes de la crisis eran otros tiempos, el que más y el que menos tenía un trabajo, una hipoteca y un préstamo en marcha que le hacía no mirar demasiado a los lados, y nadie se preocupaba, de hecho, en algunas conversaciones de la calle (basadas en hechos reales), he llegado a escuchar barbaridades como que si ellos estuvieran en el poder harían lo mismo (¿Eso significa que tenemos los políticos que merecemos?) , que de alguna manera es entendible que se pueda trincar siempre y cuando todo el mundo esté contento, e incluso, clasificar a algunos de los más grandes mangantes desenmascarados en los últimos tiempos como personas de lo más astutas, con un comportamiento digno de admirar, esta parte júzguenla ustedes mismos porque a mí me faltaría espacio en este artículo.

La cantidad y continuidad de casos nos ha llevado de la indignación inicial a de una manera enfermiza verlo como algo de lo más natural, inherente a nuestro país y a la clase política.

Nos sentimos estafados con la democracia, con el negocio descarado en el que se ha convertido la política y el poder, o más bien, asumiendo que siempre ha existido a la falta de escrúpulos y al descaro, dadas las circunstancias.

Vemos de lo más normal que un político diga o haga, incluso aunque sea poniendo en peligro nuestro futuro y nuestro dinero, cualquier barbaridad, nosotros a cambio, comentamos la jugada con desánimo,  bromeamos o lo sacamos a la palestra en las redes sociales, incluso podemos llegar a recabar firmas o mostrar nuestra desaprobación en masa, pero ahí siguen, en su butaca del senado o no, porque la mayoría de veces siquiera se dignan a asistir, o si lo hacen se ponen a jugar a juegos o perder el tiempo con los aparatos caros que se auto regalan y designan como  necesarios con nuestro dinero, todo eso mientras a nosotros el agua nos llega casi a la nariz y tenemos que levantar la cabeza hacia el cielo para poder respirar, cuando ya notamos los calambres en piernas y brazos mientras intentamos nadar a contracorriente con una mar enfurecida y alta, con un ejército de cuerpos de ahogados a nuestros alrededor,  mientras  luchamos por sobrevivir en ese ambiente tan hostil, ellos se ríen de nosotros, y ni siquiera tienen la decencia de hacerlo a nuestras espaldas, destruyendo el estado del bienestar, atentando contra nuestra integridad como personas, insultando nuestra inteligencia, desvirtuándonos como sociedad, mangoneando nuestra paciencia.

Creo que a fin de cuentas, somos muy malos empresarios, porque a todos estos tipos, no solo los elegimos nosotros sino que les pagamos nosotros, y aun así no exigimos que tengan un buen currículo ni que sean eficientes y honorables haciendo el trabajo para el que se les paga, espero que algún día todo esto se cambie para protegernos a todos nosotros como empresarios, inversores y accionistas de nuestro propio país, para no seguir sufriendo estos abusos, estas insubordinaciones y ser presa de los despropósitos de nuestros propios empleados.