viernes, 25 de enero de 2013

Capítulo 56: El hombre de acero





Cualquiera que me conozca de cerca sabrá que siento una gran debilidad por el grandullón de la capa roja. Para mí siempre ha sido un símbolo, un personaje que tiene un rol muy determinado, unas ideas bastante claras, unos principios inamovibles y por supuesto una imagen más que reconocida.

De pequeño me atraía lo espectacular del personaje, su puesta en escena,  sus poderes, con el paso del tiempo me quedé solamente en toda la filosofía que encierra, en los dilemas morales del personaje e intentar entender a un personaje real que pudiese encarnar tales circunstancias, el análisis es interesante, créanme.

Como la gran mayoría sabe, el personaje viene a la tierra en una nave dejando a sus espaldas su planeta natal explotando y siendo el último de su estirpe. En la tierra es acogido por una pareja de ancianos que lo educan como un chico corriente, pero que pronto descubren que tiene una serie de dones, que finalmente decide usar para ayudar a los demás, siempre desde el anonimato.

Su doble identidad le hace interpretar el papel de persona corriente de origen humilde, y para ello se muestra inseguro, cobarde, débil, casi rozando la servidumbre en el entorno laboral, perdedor en el amor, etc. Resulta irónico que interpretando un personaje de estas características pase totalmente desapercibido para el resto de personas, tanto que a todas le parezca “de lo más normal”, camuflándose en todo momento.

En cuanto al héroe, se muestra rápido, seguro, fuerte, solidario hasta el punto en  que no le importa poner en peligro su propia vida para salvar otra o ayudar en todo aquello que sea necesario, seguramente valores que muchos calificarían de una actitud muy humana, y otros calificarían de que se trata de un auténtico pringado, una doble vertiente de opiniones  que abre un debate, cuanto menos, interesante.

Llama mucho la atención que la mayoría de villanos del personaje quieran llamar su atención o acabar con él poniendo en peligro algún ser vivo, confiando siempre en los valores sólidos y puros del personaje. Tema interesante este porque aquí es donde el personaje pierde muchos adeptos, y es que a muchos el personaje le parece demasiado bueno, demasiado ideal, demasiado ingenuo quizás y por consiguiente, demasiado irreal. Quizás hubo un tiempo en que tras tanto horror , guerras , y dolor de la población la gente necesitaba creer en un héroe como Superman, concienciar a millones de niños del camino a seguir, como una especie de predicador de los buenos hábitos, hoy día, nadie quiere ser, ni quiere ver a ese héroe, quizás porque nadie cree en sus valores, quizás porque nadie quiere ser como él.
Porque ahora, hagamos un ejercicio, imaginen a un Superman real, creo que todos tenemos claro que no usaría esos poderes para lo mismo que el personaje del comic, si pertenece mínimamente a este mundo, seguramente los usuaria solo en su propio beneficio (algo para la reflexión por otro lado), igualmente hiciese lo que hiciese, se vería como una amenaza, ya sabéis que hay unos cuantos que no quieren que nadie tenga más poder que ellos (otra vez dosis para la reflexión) y por otro lado existiría  otra vertiente para convertirlo en una estrella de circo, seguramente mediático y empezaría a importarnos especialmente, que marca de calzoncillos usa, o que es de su vida sentimental (reflexión número tres).

Con todo esto, y quitándole la bandera americana en la que lo envuelven demasiado a menudo, lo siento, pero creo en este personaje (me considero iluso a tiempo parcial), al menos como símbolo de algunas cosas, entre otras de algunas que tienen que ver con las reflexiones expuestas en este artículo, que seguramente no tienen tanto que ver con él sino más bien con el resto de los mortales, con nuestra sociedad, porque, nos podemos hacer muchas preguntas acerca de lo que cada uno cree o  siente por el personaje, pero la gran pregunta es, si el personaje saltara del papel a la realidad, ¿creería él en nosotros?

lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 55: Egolatría subliminal




Me produce cierta simpatía analizar como de la manera más subconsciente cultivamos la egolatría más subliminal.

Me explico con algunos ejemplos ilustrados, si alguien está de dieta, o está vigilando celosamente su dieta por el motivo que sea, las conversaciones de esta persona tienden a morir en temas alimentarios y a prestar una especial atención no sólo a lo que ingiere sino a lo que ingieren los demás, indagando incluso los hábitos de los que le rodean y de paso, interiormente, envileciendo todos los hábitos ajenos recabados.

Si estás aprendiendo música, solo oyes música en todo lo que hay a tu alrededor y todo lo relacionas con la música, igual si aprendes artes marciales o cocina, tu cabeza resulta ser de religión monoteísta y nosotros como buenos creyentes la honramos constantemente, por eso, si te vas a apuntar al gimnasio te compras todo el equipo necesario y parte del resto de la tienda, porque tu mundo es ese ahora, porque no es suficiente con ser amateur, tienes que entrar en la élite de inicio, ser todo un profesional, tu mente se prepara y se refuerza para acoger al nuevo Dios.

Pero como no nos conformamos con creer nos entra la imperiosa necesidad de convertir a todos aquellos paganos que marchan por el camino equivocado y no han visto la luz como nosotros, y, por tanto, nos sentimos en la obligación de hacerle llegar parte de esa luz, intentamos arrastrarlos a nuestra nueva religión y entonces tiramos de repertorio, de frases adoptadas recientemente que nos repetimos constantemente nosotros mismos, adulando en las pausas las creencias del pobre descarriado que asiste absorto a nuestro bautismo dictatorial.

Supongo que todo se trata de una especie de deformación del tipo obsesión temporal, por aquello de tener que marcarnos unos objetivos e ir cultivando lo que creemos que es una personalidad, hasta ahí se puede llegar a entender, lo que resulta más curioso es que no solo nos volvemos monotemáticos y sectarios en nuestra vida sino que además nos permitamos el lujo de adoctrinar al resto de mortales.