lunes, 14 de enero de 2013

Capítulo 55: Egolatría subliminal




Me produce cierta simpatía analizar como de la manera más subconsciente cultivamos la egolatría más subliminal.

Me explico con algunos ejemplos ilustrados, si alguien está de dieta, o está vigilando celosamente su dieta por el motivo que sea, las conversaciones de esta persona tienden a morir en temas alimentarios y a prestar una especial atención no sólo a lo que ingiere sino a lo que ingieren los demás, indagando incluso los hábitos de los que le rodean y de paso, interiormente, envileciendo todos los hábitos ajenos recabados.

Si estás aprendiendo música, solo oyes música en todo lo que hay a tu alrededor y todo lo relacionas con la música, igual si aprendes artes marciales o cocina, tu cabeza resulta ser de religión monoteísta y nosotros como buenos creyentes la honramos constantemente, por eso, si te vas a apuntar al gimnasio te compras todo el equipo necesario y parte del resto de la tienda, porque tu mundo es ese ahora, porque no es suficiente con ser amateur, tienes que entrar en la élite de inicio, ser todo un profesional, tu mente se prepara y se refuerza para acoger al nuevo Dios.

Pero como no nos conformamos con creer nos entra la imperiosa necesidad de convertir a todos aquellos paganos que marchan por el camino equivocado y no han visto la luz como nosotros, y, por tanto, nos sentimos en la obligación de hacerle llegar parte de esa luz, intentamos arrastrarlos a nuestra nueva religión y entonces tiramos de repertorio, de frases adoptadas recientemente que nos repetimos constantemente nosotros mismos, adulando en las pausas las creencias del pobre descarriado que asiste absorto a nuestro bautismo dictatorial.

Supongo que todo se trata de una especie de deformación del tipo obsesión temporal, por aquello de tener que marcarnos unos objetivos e ir cultivando lo que creemos que es una personalidad, hasta ahí se puede llegar a entender, lo que resulta más curioso es que no solo nos volvemos monotemáticos y sectarios en nuestra vida sino que además nos permitamos el lujo de adoctrinar al resto de mortales.

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