Desde que su uso se
abrió al gran público, internet ha estado siempre estigmatizada con la
controversia de los contenidos gratis. Es sabido por todos que toda obra
audiovisual, léase libro, película, música o videojuego por poner algunos
ejemplos, se pueden conseguir de manera ilegal a través de la red. Esto es un
hecho, al principio se inició como una cultura para proscritos informáticos
hasta que hoy día se ha convertido y adaptado de la manera más sencilla posible
para que cualquier hijo de vecino pueda hacer este uso ilegal de la red,
violando copyright y derechos de autor por doquier.
Las abuelas y las
madres nos decían que desconfiásemos de lo que nos ofrecen gratuitamente,
porque bien sabían que detrás había alguna intención oscura, en el caso de
internet, la intención oscura es que mientas que todo aquel que crea algo donde
detrás hay un trabajo y un dinero invertido, otros se lucran simplemente
ofreciéndolo de forma gratuita, eso nos deja situaciones curiosas, como un
escritor malviviendo al lado del Kim Dotcom (antiguo dueño de megaupload que
tras su cierre judicial decidió montar lo mismo con el nombre de Mega) con el
único mérito de mover esta mercancía ilegal multimillonario sin haber creado ni
aportado nada positivo, bajo mi punto de vista, a este mundo.
Otro ejemplo sería
google, con su buscador, que indexa contenido y trabajo de otros para su propio
beneficio, incluso presionando como lobby para debilitar en toda la medida
posible el copyright. Podría poner otros tantos ejemplos, pero creo que el
concepto queda claro.
Llegados a este punto
hay gente que dice que todo lo obtenido en internet no es gratis, si no que
pagan una cuota por tener internet en casa y que ese dinero le da derecho a
todo el contenido obtenido ilegalmente que pueda cosechar, o lo que es lo
mismo, decir que por pagar la luz de mi casa, tengo derecho a robar todas las
lámparas que se me antoje. Una cosa es el acceso y otra cosa muy distinta es el
contenido, creo.
En el otro extremo,
es cierto que muchos contenidos se venden a un precio que resulta elevado, no
en todos los casos ojo, pero en sí en muchos de ellos, entre otras razones
porque hay otras industrias, estas más tangibles que las tecnológicas
queriéndose llevar la mayor parte del pastel.
En cualquier caso y
como punto de encuentro, tal y como evolucionan los contenidos, las
conectividad, la tecnología y los propios consumidores, creo que sería una
buena solución una especie de tarifa plana de cultura, es decir, pagar una
cuota mensual o anual, con un precio justo, por un consumo legal de contenidos
que sean variados y vayan variando con el tiempo, es una manera de que todas
las partes estuviesen contentas, accesibilidad para el consumidor, tanto por la
forma como por el precio y el tipo de servicio, beneficios para los creadores
de todo tipo de contenido, de manera que se mantenga la retroalimentación entre
ambas partes que lo haga sostenible y todo siempre al amparo de ley. Es un
modelo que ya ha sido un gran éxito entre las empresas que han hecho pruebas de
algo similar y sinceramente, creo que puede ser un modelo de consumo de
cultura sostenible en el futuro más inmediato.
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