Estamos demasiado ocupados con nuestro trabajo,
ocupados labrándonos una carrera, ocupados aprendiendo la metodología de
empresa, en ser más productivos, en conservar nuestro puesto de trabajo,
intentando ganar dinero para comprar cosas, ocupados pensando en los principios
económicos hipotecarios, en los tipos de interés, en los márgenes, en las
retenciones, el IRPF, en los impuestos.
Estamos demasiado ocupados para coger el teléfono,
para llamar a la gente con la que nos gustaría hablar, para hablar de nuestras
cosas, para contar lo que nos pasa, para decir lo que sentimos.
Estamos demasiado ocupados aprendiendo cómo
funcionan las nuevas tecnologías, intentando estar al día en las redes
sociales, preocupados de subirnos a un carro que pasa rápido y lleno.
Estamos demasiado ocupados para preocuparnos en
comer y comprar productos de calidad, ocupados para cocinar algo medianamente
elaborado, ocupados para comer con calma.
Estamos demasiado ocupados para pensar en los
problemas graves que puedan existir en otros puntos del planeta, ocupados para
querer saber algo de política, ocupados para intentar ayudar a otros.
Estamos demasiado ocupados mejorando nuestra imagen
física, ocupados bronceándonos, ocupados haciendo dieta, ocupados en el
gimnasio, ocupados haciendo vergonzantes esfuerzos por tener la imagen deseada
socialmente.
Porque nuestro tiempo se reparte entre estar
demasiado ocupado y perder miserable el tiempo.
Estamos demasiado ocupados para ser felices.
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