Desde pequeños se nos enseña que podemos hacer
cualquier cosa, que somos capaces de cualquier cosa, que siempre será nuestra
elección y nuestras circunstancias las que nos guíen, un concepto tan romántico
como el destino, nacimos con un propósito, pero a la vez, podemos tomar
cualquier camino.
Pero en cuanto crecemos empezamos a limitarnos a
nosotros mismos, la mayoría de veces por un absurdo mecanismo de autoprotección,
que no hace otra cosa que no dejarnos crecer y encasillarnos a todos los
niveles, y es que a veces nos falta creérnoslo un poco, confiar en que somos
capaces, y de alguna manera, tirarnos a la piscina.
Llega un momento en que nos dejamos llevar como si
la vida fuera un gran mar y nuestro momento siempre pasa por lo que vayan
marcando las olas. Nuestras decisiones y nuestra situación está marcada por excusas,
por muros mentales, por circunstancias a nuestros alrededor que nos obligan a
estar como estamos, a hacer lo que hacemos, llega un momento en que solo
queremos mejorar esa situación sobre raíles, para estar un poco más cómodos,
nos gusta la comodidad, es nuestra máxima meta, aunque lo ocultemos, aunque
nuestro discurso hable sobre guerras navales por cambiar el sentido de la ola,
es simplemente una pose, porque no tenemos heridas, ni parches en los ojos.
Y es entonces cuando vemos a alguien remar para ir
donde quiere, y le envidiamos, le envidiamos profundamente, pero rápidamente
nuestro cerebro se blinda, y nos dice que realmente él está obligado por otras
cosas, hay algo que le obliga a remar hacia lo que parece que es donde quiere,
cuando realmente es donde necesita, pero no es así. Tenemos miedo, miedo de
perder comodidad, miedo de empezar de cero, miedo a esforzarnos, miedo a no dar
la talla, miedo a fracasar cuando siquiera lo hemos intentado.
Nada honra más a nadie que usar todas sus armas, su
motivación y su talento para conseguir todo lo que desea, para hacer todo lo
que le apetece. Puedes prepararte todo lo posible para conseguirlo o puedes
seguir maldiciendo tus circunstancias, pero vas a tener que sudar, y mucho, así
que no pienses que las aguas se abrirán a tu paso para facilitarte la labor,
tendrás que prepararte para las peores de las tormentas para que cuentes con
alguna posibilidad de salir airoso. Podemos dejarnos arrastrar, acabar donde a
las olas nos lleven, nuestra historia se escribirá igual, al menos mientras
nuestro corazón siga adelante, pero estaríamos desaprovechando grandes
oportunidades y desaprovechándonos a nosotros mismos.
No se trata de ganar, ni de llegar a ninguna parte
en concreto, se trata de dar sentido a tu paso por el mar.
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