Es alarmante el aumento de programas que buscan
concursantes que crean tener algún tipo de talento, normalmente relacionado con
la música o el baile, para que compitan entre sí con la promesa de que al final
del programa podrán llegar a cosechar éxito y ser famosos.
Creo que este tipo de programas es el reflejo más
fiel de la sociedad de hoy día, analicemos con detalle; Primeramente en todos
ellos se buscan a chicos y chicas jóvenes y guapos, la importancia del físico,
de la estética, la obsesión por la belleza, la juventud, la obsesión por
ofrecer el mejor perfil, el estar siempre perfecto, aunque sea para
entrenar/ensayar.
En segundo lugar, la competición, en todos ellos se
compite descarnadamente por intentar auparse hasta el podio, en ese camino,
enemistades, comentarios, malas artes, etc.
En tercer lugar, la depresión, la mayoría de estos
jóvenes lo tienen todo, pero andan desmotivados, faltos de objetivos, sin
confianza en nada ni en nadie, siquiera en ellos mismos, hace falta sacarlos de
su estado continuo de baja autoestima y autocomplacencia. Miedo al fracaso,
sentimientos a flor de piel, llantos a la mínima piedra en el camino.
En cuarto lugar, la sociedad, en la mayoría de estos
shows televisivos los concursantes conviven durante su adiestramiento unos con
otros, como si de un piso de estudiantes se tratase, en esta convivencia,
surgen los roces, la lucha de egos, el ataque al compañero, la falsedad, la
amistades enquistadas para hacer fuerza en contra de otro grupo o compañero, la
mala educación, la falta de respeto.
En quinto lugar, el sexo, desde un primer momento,
la tensión sexual entre los diferentes concursantes es evidente, fruto de la
edad natural por un lado, pero aumentada por una sociedad vendida en torno al
sexo. Los movimientos, la mayoría de comentarios, las miradas, todo gira en
torno a la provocación sexual, al rito del apareamiento.
En sexto lugar, el éxito, todo quieren la fama por
encima de todo, sentirse como las estrellas de cine que adoran, como el artista
musical que admiran, la salida a una vida mediocre, a un trabajo normal, una
realidad normal, la cual carece de interés para ellos, la sensación de ser un
vip, de ser adorado.
En séptimo lugar, la vagancia, fruto de la depresión
durmiente permanente resultan vagos a la hora de trabajar lo poco que se le
exige, prefieren ser mediáticos y usar siempre la vía más rápida posible hacia
cualquier meta. La vagancia diaria, el dormir hasta altas horas, el pasotismo
en sus frases, en sus actos.
En octavo lugar, el dinero, mitifican la vida de
aquellos que amasan grandes cantidades de dinero, el dinero como vía hacia la
felicidad y la aceptación social, la vida sin medidas, sin ahorro, con grandes
lujos que lucir, que enseñar, la comodidad de la vida adinerada, seguir
perpetrando su percepción errónea en cuanto al valor real del dinero.
En noveno lugar, el sueño, si se rompe, la desgracia
es máxima, la caída al abismo, las lágrimas, el desgarro, la desilusión, la
vida normal se confirma como el fracaso del sueño, de alguna manera se le da
sentido. Si se cumple, la pérdida del origen, la verdadera realidad del asunto,
el trabajo diario, la fugacidad.
En décimo lugar, la cita, "La publicidad nos
hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que
no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin
objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra
es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con
la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del
cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado
cuenta y estamos, muy, muy cabreados." (El club de la lucha de Chuck
Palahniuk).
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