Japón ha sufrido en estos días una de sus mayores
tragedias, un tremendo terremoto seguido por un tsunami tienen la culpa. No hay
estadística que pueda calcular algo así ni suficiente tecnología para
pronosticarlo, fenómenos naturales imprevisibles. El país nipón está
acostumbrado a las sacudidas, tanto es así que sus infraestructuras,
especialmente las de mayor envergadura tienen sistemas para aguantar terremotos
haciendo que estas toleren cierto movimiento, el problema es que después de la
gran sacudida, vino un tsunami, y el poder del agua ha arrasado con todo a su
paso, las imágenes dejan a uno boquiabierto, por si fuera poco, la destrucción
de algunas centrales nucleares ha sumado una crisis medioambiental y de
salubridad debido a los altos niveles de radiación emitidos en muchas zonas del
país. A esta crisis de contaminación nuclear se suma la energética y la
económica entre otras, los muertos se cuentan por decenas de miles y la cifra
no para de aumentar.
Con este apocalíptico escenario cualquiera perdería
el juicio y las formas, de hecho en la mayoría de catástrofes la primera
consecuencia son los saqueos, la violencia y el incivismo general, el individuo
ve su vida y lo suyo en peligro y lleva al extremo sus acciones para
sobrevivir, sin pensar en nadie más y sin importarle nada, como si dejasen de
tener vigencia todas las leyes y todas las formas que nos identifican como una
raza de seres razonables, el egoísmo en su máxima expresión.
Pero esto no está pasando en Japón, desde el primer
momento que se empezó a repartir comida debido a la escasez, la gente guardaba
con orden y calma la cola, sin alzar la voz, sin malos gestos, sin empujones.
Tampoco se han dado saqueos, ni violencia, ni otros comportamientos
irracionales, la sociedad nipona se ha mantenido preocupada pero ordenada,
educada y con ánimo de salir adelante todos juntos, mostrando una actitud
colaboradora para superar lo antes posible la catástrofe.
Una imagen que ha dado una lección al resto del
mundo, un ejemplo a seguir, una actitud admirable, un espejo donde todas las
sociedades del resto del mundo deberían mirarse.
Admiro a Japón por muchos aspectos, mucho de ellos
relacionados con su sociedad, una educación desde temprana edad, que impregna a
cada individuo de respeto, del concepto de unidad de grupo, civismo, la
continua búsqueda espiritual y las formas sosegadas, creo que el respeto y la
educación es el camino para una sociedad cohesionada y sólida y el modelo a
seguir para una sociedad que quiera mirar al futuro.
Espero que salgan lo antes posible de esta
catástrofe y consigan superar esta tragedia, desde aquí les mando todo el ánimo
posible, así como reconozco mi total admiración por el gran ejemplo que están
dando.
A pesar de que las consecuencias de la tragedia no son para nada como las están pintando los medios del estado español (y para ello no hay más que ver los muchos bloggers residentes en Japón que cuentan la verdad que los medios alteran para vender más), lo cierto es que ha sido una catástrofe como pocas veces se han visto.
ResponderEliminarTokio está a salvo, no así el nordeste del país. La radiación ha aumentado mucho pero sigue a niveles muy por debajo de los que nos transmite una radiografía, y por supuesto aún más bajos que los que reciben las personas que se hacen más de una radiografía al año.
El susto, las muertes (por suerte todavía no se cuentan por decenas de miles, sino por miles), las consecuencias económicas, culturales, morales y en todos los aspectos de la vida del país... esas cosas sí son indiscutible. Una sola muerte por la catástrofe natural ya habría sido una desgracia.
Saldrán adelante, por suerte para ellos son más fuertes en todos los sentidos que países mucho menos desarrollados y que han vivido desastres naturales mucho peores no hace tanto tiempo.
Yo, ahora más que nunca, deseo poder llegar a vivir algún día allí.