Ha sido siempre el sueño húmedo del ego humano, el
argumento de muchas historias, uno de los tres deseos que pediríamos al genio
de la lámpara, permanecer aquí por siempre, no temer por la muerte, por el
deterioro, por la vejez, por la enfermedad, un infinito caminar saciando
necesidades básicas.
La ciencia invierte casi todos sus esfuerzos en este
sentido, en alargar la estancia de cada uno de nosotros, conseguir unas células
como las cancerígenas, capaces de aguantar cualquier adversidad,
indestructibles, procreadoras, regeneradoras, me pregunto qué sentido tiene
permanecer aquí más tiempo del necesario, contemplando más allá de tu ciclo
vital.
Una vez leí que cada generación quiere ser la
última, desechando todo lo anterior y todo lo posterior, los logros, valores y
acciones de tu generación como los únicos válidos, solo estos tienen sentido,
una manera de erradicar cualquier cosa que ponga en peligro las columnas de tus
valores, de las cosas que los impulsaron, la reivindicación de una estirpe.
¿Acaso no tenemos suficiente tiempo para expresarnos
y para hacer todo aquello que deseamos en lo que dura nuestra vida?, la
inmortalidad solo supondría un adormecimiento de nuestras pasiones, dejaríamos
todo para mañana, alargaríamos todo hasta el infinito, un letargo eterno, no
nos engañemos, nadie tendría prisa para nada, solo queremos tranquilidad, para
descansar, para vaguear, para no esforzarnos, el cultivo de la comodidad
intelectual.
Hay una variante para todo esto, otro sobrenombre
con el que se conoce todo este sueño y que describe de manera más detallada el
verdadero ardiente deseo del humano, “juventud eterna”, queremos la vida
eterna, pero no si no está ligado a una juventud o a una buena apariencia, un
aspecto estupendo, la adolescencia eterna, el otro deseo escondido, mantenernos
guapos y aceptados socialmente por todos los demás, hablar más con nuestro
cuerpo que con nuestro cerebro.
En una entrevista realizada al gran Salvador Dalí,
le abordaron con varias cuestiones acerca de su propia muerte, este decía que
no creía en la muerte de Dalí, pero que temía la muerte, el momento en que
llegase. A día de hoy, bien sabemos que Dalí no ha muerto y que se mantiene
inmortal.
No sé si algún día se conseguirá mediante la ciencia
cualquier avance sobre la inmortalidad tangible, pero antes de que se produzca
y en relación al sueño oculto de la raza humana, yo me pregunto si realmente
tiene sentido.
De momento, todo sigue tal y como siempre ha sido,
el cuerpo sufre un deterioro constante, tiene fecha de caducidad, el mundo
aguantará nuestro paso, y continuará su rumbo una vez dejemos todo esto, así
que, si queréis la inmortalidad ya podéis empezar a hacer méritos, como se
decía en cierta película: “La inmortalidad es toda vuestra, ¡cogedla!”